
El Coliseo de Puerto Rico “José Miguel Agrelot”, conocido popularmente como El Choli, vibró el viernes por la noche con el arranque de la esperada serie de conciertos de Bad Bunny, titulada “No Me Quiero Ir De Aquí”, una residencia histórica que se extenderá hasta septiembre y que, en su primera etapa, está reservada exclusivamente para residentes de la isla.
Más de 18,000 fanáticos, muchos con camisetas de la bandera puertorriqueña o envueltos en ella, abarrotaron los alrededores del coliseo para ver al artista más influyente del género urbano, quien a sus 31 años ha convertido su música en un vehículo de identidad, resistencia y orgullo boricua.
Esta serie de conciertos no solo celebra su regreso a casa, sino también la esencia de su más reciente álbum, un trabajo cargado de simbolismo político, social y cultural. “No Me Quiero Ir De Aquí” aborda temas como la colonialidad, la gentrificación y la desigualdad que enfrentan los puertorriqueños en su propio territorio. Es un homenaje sonoro a los ritmos tradicionales, las raíces afrocaribeñas y la memoria colectiva de la isla.
“Benito ha hecho algo bien trascendental para la cultura aquí en Puerto Rico”, dijo Amanda Sánchez, una creadora de contenido de 30 años que asistió al concierto luciendo un top con los colores de la bandera. “Sentir que nos dio prioridad a los de la isla es muy especial”.
Un gesto simbólico: los puertorriqueños primero
Los primeros nueve conciertos de la residencia —que se extiende durante fines de semana de tres días— están limitados exclusivamente para residentes puertorriqueños, un gesto que muchos consideran profundamente emotivo. Bad Bunny, cuyo nombre real es Benito Martínez Ocasio, ha reiterado en varias ocasiones que su prioridad siempre será su gente.
Puerto Rico, territorio no incorporado de Estados Unidos, enfrenta una situación política compleja. Aunque sus ciudadanos tienen pasaporte estadounidense, no gozan de plenos derechos como el voto en elecciones presidenciales. Este estatus político ha sido criticado en muchas de las referencias visuales del espectáculo, que incluyen citas de políticos y datos históricos proyectados en una enorme pantalla.
La frase que provocó una ovación de pie en la primera noche fue contundente:
“Puerto Rico es un territorio no incorporado de Estados Unidos, pero tiene bandera, cultura e identidad propia.”
Cultura, música y verdad
El ambiente en El Choli fusionó lo festivo con lo identitario: desde piñas coladas servidas por vendedores ambulantes, hasta escenografía tropical con gallinas caminando libremente. Fue una celebración de la puertorriqueñidad, donde lo urbano se encuentra con lo rural, y lo moderno con lo ancestral.
Para muchos asistentes, como Michelle Muñoz —una puertorriqueña residente en Brooklyn que viajó solo para vivir la experiencia, aunque no consiguió entrada—, el valor de Bad Bunny radica en que “dice la verdad”.
“Él honra la historia de la música puertorriqueña que lo formó. No es solo una mezcla; es un artista global que canta en español. No todo el mundo puede hacer eso”, expresó.
Con esta residencia, Bad Bunny no solo confirma su conexión profunda con Puerto Rico, sino que también reafirma su rol como artista comprometido con su gente y su tierra, en un momento en que la identidad boricua se enfrenta a múltiples desafíos, pero también vive un florecimiento cultural sin precedentes.