
Nepal vivió una crisis política y social sin precedentes desencadenada por protestas juveniles de la «Generación Z» contra la prohibición de redes sociales y la corrupción gubernamental.
Las manifestaciones, iniciadas tras el veto a plataformas como Facebook, Instagram, WhatsApp y X el 4 de septiembre, escalaron rápidamente. El lunes 8, la represión policial dejó al menos 19 muertos y más de 100 heridos, lo que intensificó la furia popular. El martes 9, cientos de manifestantes irrumpieron en el Parlamento en Katmandú, incendiándolo, y quemaron residencias de líderes políticos, incluyendo la del primer ministro K.P. Sharma Oli, la del expresidente Ram Chandra Poudel y otros.

La violencia también alcanzó a familias de políticos, con casos como el ataque a la casa del ex primer ministro Jhalanath Khanal, donde su esposa sufrió quemaduras graves. Oli, enfrentado a una ola de indignación y la renuncia de varios ministros, dimitió ese mismo día, buscando una «solución política». A pesar de levantar la prohibición de redes sociales, las protestas continuaron, reflejando un profundo descontento por el desempleo juvenil (20% según el Banco Mundial), el nepotismo y la percepción de una élite corrupta.






El ejército instó a la calma, pero el aeropuerto de Katmandú suspendió operaciones y se impusieron toques de queda. La crisis evidenció la frustración de los jóvenes ante las desigualdades y la falta de oportunidades.