
La materia oscura, que representa cerca del 80 % de toda la materia del universo, sigue siendo uno de los mayores enigmas de la física moderna. Invisible a nuestros instrumentos y sentidos, su presencia solo se delata por su influencia gravitacional, manteniendo unidas galaxias y estructuras cósmicas.
Tras décadas de búsqueda fallida de partículas como WIMPs o axiones, el físico teórico Stefano Profumo, de la Universidad de California en Santa Cruz, plantea dos nuevas hipótesis que no requieren inventar partículas desconocidas.
En su primera propuesta, Profumo imagina un “mundo espejo” formado por versiones oscuras de quarks y gluones que, en el universo primitivo, podrían haber colapsado en objetos minúsculos similares a agujeros negros. Invisibles para nuestros detectores, pero con masa suficiente para explicar los efectos gravitacionales atribuidos a la materia oscura.
La segunda teoría apunta a un origen cuántico ligado al horizonte cósmico. Inspirado en la radiación de Hawking, Profumo sugiere que, en una fase temprana de expansión acelerada tras el Big Bang, el universo pudo generar partículas de materia oscura como “residuos” cuánticos.
Aunque ambas ideas son altamente especulativas, se apoyan en teorías establecidas como la cromodinámica cuántica y la teoría cuántica de campos en espacio-tiempo curvo, y podrían someterse a verificación futura.
Mientras tanto, el enigma persiste: sabemos que la materia oscura existe, pero no de qué está hecha. Las propuestas de Profumo abren caminos alternativos para intentar resolver este misterio que, por ahora, sigue oculto entre las sombras del universo.