
Antes de que preguntes: no, no es un GIF ni ningún truco digital sofisticado. Solo un fondo blanco con puntos negros y una mancha oscura difusa en el centro. Sin embargo, lo que provoca al observarla es todo menos simple. Al mirarla fijamente, muchos sienten que el agujero negro comienza a expandirse –aunque curiosamente solo alrededor del 80 % de las personas experimentan el efecto completo–, como si el ojo y el cuerpo se precipitara hacia un túnel infinito.
Esta ilusión óptica, conocida como «agujero en expansión», va más allá de engañar tu vista: también hace que tus pupilas se dilaten involuntariamente, un fenómeno que ha fascinado tanto a científicos como al público desde su descubrimiento. ¿Pero qué está pasando realmente? Un estudio preliminar publicado en ArXiv –aún pendiente de revisión por pares– y difundido por New Scientist sugiere algo sorprendente: la ilusión no nacería en tu cerebro, sino que podría originarse directamente en tus ojos.
En 2022, investigadores de la Universidad de Oslo (Noruega), y la Universidad Ritsumeikan (Japón) demostraron que la ilusión es tan potente que engaña incluso a nuestros reflejos visuales automáticos. Como informó en su momento DW, la mayoría de las personas expuestas a esta imagen –un 86 %– afirmó ver cómo el agujero se agrandaba, y sus pupilas reaccionaron dilatándose, como si estuvieran realmente entrando en una zona más oscura. Lo curioso es que esta reacción no responde a la luz real, sino a una «luz imaginada».

«Aquí mostramos, basándonos en la nueva ilusión del ‘agujero en expansión’, que la pupila reacciona a cómo percibimos la luz, incluso si esta ‘luz’ es imaginaria como en la ilusión», explicó entonces Bruno Laeng, psicólogo y autor principal del estudio original, publicado en Frontiers in Human Neuroscience. Hasta ahora, se pensaba que la ilusión estaba relacionada con el cerebro interpretando el agujero negro como una entrada a un túnel tridimensional. Pero el nuevo estudio de principios de este año liderado por Nasim Nematzadeh, de la Universidad Flinders en Adelaida, Australia, apunta en otra dirección: la retina.
Nematzadeh modeló cómo las células ganglionares –las que nos permiten percibir contrastes y adaptarnos a distintos niveles de luz– procesan la información. Lo interesante es que, además de enviar datos al cerebro, también transmiten señales a sus vecinas. Así, según el modelo, esta interacción genera un efecto de «contagio» de oscuridad que se extiende más allá del agujero central de la imagen, provocando la ilusión de expansión.